Perelló La Cruz, 20 años después

Justo ahora se cumplen 20 años de la exposición con mayor carga emotiva celebrada en Nules (Castellón) en lo que llevamos de siglo XXI. Emotiva por una doble razón: primera porque fue el culmen de un generoso legado artístico, y segunda porque sus figuras expuestas rezumaban un impactante y descarnado expresionismo.

Panorámica de “Las siete palabras según Perelló La Cruz” 2004 (Foto: Antonio Mechó)

“Las siete palabras según Perelló La Cruz” fue el título de una muestra que se ubicaba también a doble espacio, con dibujos y bocetos por un lado -en el Salón Oval de la Caja Rural- y bultos redondos por otro -en el Museu d’Història-, siendo el magnífico escultor Vicente Perelló La Cruz su protagonista.

Perelló (Valencia, 1933-2008) era un hombre introvertido, discreto, con carácter, a la vez que afable, de fuertes y claras convicciones, de nulas hipocresías, y excelente como imaginero. Además era condiscípulo de Sol Giner -hija del escultor y medallista Enrique Giner-, con quien mantenía una amistad palpable. Esto, junto con otras circunstancias, propiciaron que en aquel 2004 el valenciano firmara un extraordinario legado para el pueblo de Nules compuesto por 30 estudios de dibujo, 10 estudios escultóricos y las 8 piezas que componían “Las siete palabras”. Se sumaba éste, pues, al legado del gran Giner.

Es por esto que aquella noticia fue celebrada con tan acertada exposición, una exhibición que transformó durante dos meses la antigua Iglesia de la Sangre, de aspecto cuasi medieval, en un auténtico espacio contemporáneo; religioso -místico- sí, pero expresionista también.

“Estudio cabeza, VI” 1987 (Foto: Antonio Mechó)
“En tus manos encomiendo mi espíritu, I” 1992 (Foto: Antonio Mechó)

Escribí por entonces en el suplemento cultural Cuadernos, que “Perelló ataca las figuras en el momento de máximo dramatismo a la vez que moderniza la estética de la imaginería de un Pedro Roldán o un Juan de Mesa. Hasta tal punto el escultor se imbuye en su contemporaneidad que, plausiblemente, traslada la antigua tradición litúrgica a una pragmática y actual lección, más bien reflexión, sobre la Pasión. Pero, ¿sobre qué tipo de pasión reflexiona? (…) Perelló La Cruz se define como gnóstico, pero desde un gnosticismo alejado vitalmente de religiones y políticas, y artísticamente de modas e ismos, de críticas y comercialismos. Más que provechoso sería indagar en el alcance de sus convicciones. En este caso convicciones de artista, de si la estética está en la vida, la vida es como estética, o ambas en confusión”.

Qué lejos queda aquel mes de marzo de 2004, pero qué potentes siguen siendo sus formas; cuán empáticas sus emociones; que indelebles sus mensajes.

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