Es necesaria la puesta en valor de la medallística hispana. Y sus artífices. Los grandes medallistas que ha dado nuestro país en el siglo XX, a veces parece que no tengan su continuidad en el XXI. Algunos de los grandes, de hecho, nos han dejado ya en el presente siglo; otros, siguen con su labor y, aún más importante, impartiendo magisterio y haciendo difusión del arte metálico.
Éste es el caso de Gregorio Herrero, nacido en 1955 en la localidad segoviana de Carbonero el Mayor, y cuyo trabajo escultórico sea en formato exento, relieve o medalla, es una muestra de la calidad del arte a nivel nacional.
Basta con observar el modelo de la medalla que realizó en 1981 para la oposición de una pensión en la Academia de Bellas Artes en Roma, y que disfrutó los dos años siguientes.
Con esta “Arquera” -con un protagonismo femenino del que muchos disfrutarían simplemente hoy- nuestro autor materializa una capacidad que ya hemos puesto en valor en otras ocasiones en nuestros archivos medallísticos: la soltura para adaptar el canon humano a la circular y constreñida forma de un cospel.
No es el único caso en que ha resuelto magníficamente dicha dificultad. Unos años después, en una medalla dedicada a su pueblo natal, y con el paradigmático protagonismo de un leñador, consigue una adaptación que mejora incluso la anterior, por cuanto si la arquera podemos describirla como una labor del personaje femenino en potencia, en ésta última la dota de la acción que le falta a la primera. La dificultad aumenta al proporcionar al ahora personaje masculino, el movimiento propio del esfuerzo y talado en pleno bosque.
Así pues, exploremos la medallística hispana; valoremos a nuestros autores… Y pongamos a Gregorio Herrero como ejemplo.